Las inversiones en la naturaleza deben triplicarse para 2030, el G20 debe impulsarlas entre el sector privado
Una mujer planta árboles de manglar en Timor Oriental con el fin de revitalizar un ecosistema costero degradado.
Cambio
climático y medioambiente
Mitigar las crisis climática, de biodiversidad y de
degradación del suelo requiere multiplicar al menos por tres los recursos que
se le dedican actualmente hasta 2030 y por cuatro hasta 2050, revela un nuevo
informe, que llama a las 20 mayores economías del mundo a promover las
inversiones de capital privado en ese rubro.
Es muy urgente aumentar las inversiones en la
naturaleza para cerrar las brechas de financiamiento climático y de
biodiversidad y para ocuparse de la necesidad de acelerar la
restauración de la tierra en todo el planeta, señala el informe Estado del Financiamiento de la Naturaleza,
divulgado este jueves.
La publicación -elaborada por el Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Foro
Económico Mundial y la Iniciativa
Económica de la Degradación de la Tierra- detalla que ese incremento
de inversión equivaldría a un total acumulado de 8,1 billones de dólares y a
una tasa de inversión anual futura de 536.000 millones de dólares.
El estudio explica que si bien son cantidades muy
elevadas, el mundo las precisa si quiere cumplir sus objetivos en
materia de cambio climático, biodiversidad y degradación del suelo.
El documento destaca que el ritmo de extinción
de las especies, el calentamiento global, el creciente número de fenómenos
meteorológicos extremos y las enfermedades zoonóticas como el COVID-19 refuerzan aún más la necesidad
de invertir en acciones sostenibles que mejoren la resiliencia de los
ecosistemas y aborden los retos sociales como la seguridad alimentaria, el
cambio climático, la seguridad del agua, la salud humana y la mejora de la
resiliencia ante el riesgo de catástrofes.
FAO/Marco Longari
Una mujer tanzana utiliza heno para prevenir la
erosión del suelo.
La base de la economía
Recuerda que los recursos naturales son la base del
sistema económico mundial con más de la mitad del Producto Interno Bruto global
proveniente de ellos y cita a los sectores agrícola, alimentario y de la
construcción entre los que dependen completamente de la naturaleza.
Los autores del reporte indican que la actividad
humana y un modelo económico que prioriza el crecimiento a corto plazo
han dañado enormemente los ecosistemas, por lo que pide un cambio de
mentalidad que transforme la relación de las personas con la naturaleza. De lo
contrario, advierte, la explotación irracional de los recursos naturales
generará cada vez mayores pérdidas financieras.
“En la actualidad, la mayoría de los beneficios
esenciales de la naturaleza no tienen un valor en el mercado financiero, a
pesar de ser la base de nuestra prosperidad actual y futura. Es vital integrar
en nuestro sistema económico el valor de la naturaleza de manera
profunda, desde las políticas gubernamentales relacionadas con la contratación,
la fiscalidad, el comercio y la regulación, hasta la forma en que las empresas
y las instituciones financieras toman decisiones sobre la inversión, el riesgo
y la divulgación”, apunta el texto.
WFP/Rein Skullerud
Mujeres que trabajan en un programa de conservación
del suelo del Programa Mundial de Alimentos en El Salvador
La inversión se queda corta
No obstante un creciente interés de los gobiernos, las
empresas y las instituciones financieras en las soluciones basadas en la
naturaleza, el informe recalca la insuficiencia de los presupuestos que
se les asignan, que al 2020 ascendían a 133.000 millones de dólares anuales.
De esas inversiones, el 92% son hechas por los
países del G20 y el 87% de ellas se distribuyeron internamente hacia programas
gubernamentales nacionales.
El análisis enfatiza que a pesar de que la brecha de
gasto en los países que no pertenecen al G20 es más grande y difícil de cerrar,
los integrantes del grupo destinan apenas el 2% de la inversión a la
asistencia oficial para el desarrollo, mientras que las inversiones
privadas son muy pequeñas independientemente de que ese sector compone el 60%
del PIB nacional de casi todas las naciones del G20.
El documento exhorta al G20 a aumentar la
inversión en países menos desarrollados, lo que a menudo puede ser más
rentable y eficiente que invertir internamente en soluciones similares basadas
en la naturaleza.
El desglose de la inversión actual marca un 86%
de fondos públicos y 14% de inversión privada y especifica que los
gobiernos nacionales asignan más de un tercio del dinero público a la
protección de la biodiversidad del paisaje y casi dos tercios a la restauración
de bosques y turberas, la agricultura regenerativa, la conservación del agua y
los sistemas de control de la contaminación natural.
El financiamiento privado, por su parte, se destina
básicamente a compensaciones de biodiversidad, cadenas de
suministro sostenibles e inversiones de impacto.
UN Photo/John Olsson
La erosión es una de las principales amenazas para los
suelos de América Latina identificadas por la FAO en un nuevo estudio.
Incentivos al sector privado
El estudio hace hincapié en que el volumen total de
financiamiento de la naturaleza es considerablemente menor que
el del financiamiento del cambio climático.
En este contexto, exhorta a los países del G20 a crear
oportunidades de inversión privada en soluciones basadas en la
naturaleza.
El sector público aporta políticas y normativas que
crean un flujo de ingresos sólido y estable para las actividades y los activos
de ese tipo de proyectos. Además, los gobiernos y las organizaciones públicas
internacionales pueden contribuir a crear un entorno propicio para
el desarrollo y ampliación de sus iniciativas.
Entre otras medidas para aumentar la participación
privada, los gobiernos pueden fomentar mercados estables y predecibles para
los servicios de los ecosistemas como el carbono forestal o prestar dinero
público a tasas inferiores a las del mercado, plantea el documento.
Según los expertos del informe, a medida que las
empresas entiendan mejor las oportunidades de las soluciones basadas en la
naturaleza, surgirán o se fortalecerán los productos financieros de
reducción de riesgos, como las garantías y los seguros, para crear perfiles
de riesgo-rendimiento atractivos dirigidos a los grandes inversionistas más
convencionales.
Loa autores también abogan por cambios
sistémicos en todos los niveles, incluidos los consumidores que pagan el
precio real de los alimentos, teniendo en cuenta su huella ambiental.
“Las empresas y las instituciones financieras deben
divulgar los riesgos financieros relacionados con el clima y la naturaleza, y
los gobiernos deben reorientar las políticas fiscales agrícolas y los
aranceles relacionados con el comercio”, apunta, apelando a no volver
a los modelos anteriores a la crisis del COVID-19, sino a “reconstruir mejor”.
El informe presenta algunos casos de estudio en
diversas partes del mundo para ilustrar las posibilidades de abordar el cambio
climático y la degradación del medio ambiente mediante soluciones basadas en la
naturaleza.