El 4 de julio
de 1776 fue la culminación de una dura batalla por el derecho de los
estadounidenses por gobernarse a sí mismos y por un gobierno democrático.
El 3 de julio
de 1776, anticipando que el Congreso Continental adoptaría la Declaración de
Independencia, John Adams escribió a su esposa que el día “será
celebrado, por las generaciones siguientes, como el gran festival de
aniversario. Debe ser solemnizado con pompa y desfile, con espectáculos,
juegos, deportes, armas, campanas, hogueras y luminarias de un extremo a otro
de este continente a partir de este momento y para siempre” desde ese momento
todos los años en ésta fecha hacen realizan la fiesta más grande de ese país
con un gran derroche de alegría, amor patriótico y abundancia de eventos de
toda clase. Este es el texto de tan trascendental manifiesto:
Declaración de Independencia de los Estados
Unidos de América
“Cuando en el
curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver
los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de
la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios
de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad
exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
Sostenemos
como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que
son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos
están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar
estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus
poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que
una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene
el derec ho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde
en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio
ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La
prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y
transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la
experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer,
mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas
a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones,
dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al
pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno
y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad. Tal ha sido el
paciente sufrimiento de estas colonias; tal es ahora la necesidad que las
obliga a reformar su anterior sistema de gobierno La historia del actual Rey de
la Gr an Bretaña es una historia de repetidos agravios y usurpaciones,
encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una tiranía absoluta
sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un
mundo imparcial.
(Aquí los
colonos exponen Unos 25 agravios concretos de que acusan al monarca británico.
Entre otras cosas... se ha negado a dar su asentimiento a las leyes necesarias
para el bien público; [nos ha impuesto] "contribuciones sin nuestro consentimiento",
etc.)
En cada etapa
de estas opresiones, hemos pedido justicia en los términos más humildes: a
nuestras repetidas peticiones se ha contestado solamente con repetidos
agravios. Un Príncipe, cuyo carácter está así señalado co n cada uno de los
actos que pueden definir a un tirano, no es digno de ser el gobernante de un
pueblo libre.
Tampoco hemos
dejado de dirigirnos a nuestros hermanos británicos. Los hemos prevenido de
tiempo en tiempo de las tentativas de su poder legislativo para englobarnos en
una jurisdicción injustificable. Les hemos recordado las circunstancias de
nuestra emigración y radicación aquí. Hemos apelado a su innato sentido de
justicia y magnanimidad, y los hemos conjurado, por los vínculos de nuestro
parentesco, a repudiar esas usurpaciones, las cuales interrumpirían inevitablemente
nuestras relaciones y correspondencia. También ellos han sido sordos a la voz
de la justicia y de la consanguinidad. Debemos, pues, convenir en la necesidad,
que establece nuestra separación y considerarlos, como consideramos a las dem
25;s colectividades humanas: enemigos en la guerra, en la paz, amigos.
Por lo tanto,
los Representantes de los Estados Unidos de América, convocados en Congreso
General, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras
intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias,
solemnemente hacemos público y declaramos: Que estas Colonias Unidas son, y
deben serIo por derecho, Estados Libres e Independientes; que quedan libres de
toda lealtad a la Corona Británica, y que toda vinculación política entre ellas
y el Estado de la Gran Bretaña queda y debe quedar totalmente disuelta; y que,
como Estados Libres o Independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra,
concertar la paz, concertar alianzas, establecer el comercio y efectuar los
actos y providencias a q ue tienen derecho los Estados independientes.
Y en apoyo de
esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina
Providencia, empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor.”